El jueves 17 de marzo tuvo lugar en el TAM otro "Jueves de la Memoria" dedicado a recordar y homenajear a cuatro grandes poetas republicanos: Federico García Lorca, Miguel Hernández, Antonio Machado y Rafael Alberti.
El 28 de marzo se cumplen 80 años de la muerte de Miguel Hernández. Le pasearon por 11 cárceles hasta que finalmente entró en junio de 1941 en el Penal de Alicante, llamado Reformatorio de Adultos. Enfermó de bronquitis, que los médicos carcelarios curaron mal, y su salud se complicó al contagiarse de tifus. Un neumotórax en su pulmón izquierdo aconsejaba trasladarle a un hospital, pero había que castigar con la mayor dureza posible no sólo al miliciano que combatió con las armas a los militares monárquicos sublevados, sino principalmente al propagandista de la legalidad constitucional con sus escritos en prosa y verso. Sufrió abundantes hemorragias, y su cuerpo llagado despedía un hedor repulsivo. Le sometieron a un chantaje emocional al que él, consciente de estar en su lecho de muerte, accedió para garantizar a su mujer y a su hijo la herencia de su obra literaria. Accedió a casarse en una ceremonia religiosa el 4 de marzo, y sólo entonces autorizaron su traslado a un sanatorio antituberculoso en Valencia, pero su estado físico lo impedía. Murió el 28 de marzo en el Reformatorio de Adultos de Alicante. Fue un crimen alevoso premeditado.
Video elaborado por Canal Norte Tv sobre el acto
Para recordar a Miguel Hernández y a los otros poetas coetáneos mencionados se contó con el actor Carlos Olalla. Antes de darle la palabra, la secretaria de nuestra Asociación hizo una breve y cariñosa presentación de su faceta humana.
Carlos Olalla nació en el seno de una familia de la alta burguesía catalana. Aunque le gustaba mucho el cine, siguiendo la tradición familiar, trabajó en la dirección de bancos, constructoras y consultorías. Un buen día decidió, como él mismo dice, «cambiar una maravilla de sueldo y una mierda de trabajo por una maravilla de trabajo y una mierda de sueldo. Nadie te regala el dinero. Si te pagan un pastón es porque te van a putear o te van a obligar a que putees».
Le impactó tanto ver actuar a Christian Bale que al día siguiente decidió matricularse en el Estudio de Formación del Actor de Nancy Tuñón y Jordi Olivé, siendo con 45 años el “abuelo” de la Escuela. Se dio cuenta de que la interpretación le encantaba, le llamaban para hacer muchos personajes secundarios y tomó conciencia de que quería dedicarse a ello definitivamente.
Aunque era la profesión que le llenaba, era muy difícil vivir de ella. El sueldo no es fijo y sí lo son las necesidades vitales, un alquiler, la manutención, etc. La pandemia agravó la situación de todos los actores y actrices y el 21% del IVA cultural les ahoga más todavía. Para denunciar la precariedad en su profesión y mantener la dignidad, decidió no hacer más teatro hasta que no se acabara con el 21% del IVA cultural, a pesar de que el teatro es un acto de resistencia y él quiere seguir resistiendo.
Su voz se ha oído en la Línea 2 del Metro (Las Rosas-Cuatro Caminos), junto a la de su madre, recitando poemas. Según él mismo dice: "La respuesta de la gente en el Metro está siendo increíble. Se ponen a aplaudir, nos dan abrazos. Se vuelcan de una manera solidaria increíble. Yo nunca había pensado que podía pasar eso".
Tras esta presentación, Carlos Olalla tomó la palabra. Adjuntamos el inicio de su intervención:
“Hoy vamos a acercarnos a cuatro de los poetas más grandes de este país. Los cuatro, sin excepción, vieron sus vidas marcadas por la lucha contra el fascismo. Los cuatro, sin excepción, tomaron partido para defender los valores democráticos y republicanos. Los cuatro, sin excepción, forman parte de la Historia con mayúsculas de este país y de su identidad. El primero de ellos es Federico García Lorca, asesinado por un pelotón de fusilamiento la madrugada del 18 de agosto de 1936. Tenía 38 años y se encontraba en el momento de mayor creatividad artística. Al asesinarle, a él le quitaron la vida, al mundo lo que podría haber escrito. Para vergüenza de nuestro país, su cuerpo sigue desaparecido tras más de cuarenta años de democracia.
El segundo poeta de quien hablaremos hoy es Antonio Machado, muerto en el pequeño pueblo francés de Colliure el 22 de febrero de 1939, apenas tres semanas después de haber partido hacia el exilio. Junto a miles de exiliados tuvo que recorrer el último tramo del camino hacia la frontera a pie. Por eso tuvo que dejar la maleta que llevaba en la que, a buen seguro, estarían sus últimos escritos inéditos. Nunca se encontró aquella maleta. En el bolsillo de la gabardina que llevaba en Colliure había un papel en el que había escrito un verso, su último verso: “Estos días azules y este sol de la infancia..
El tercer poeta con el que hablaremos hoy es Miguel Hernández, muerto de tuberculosis en la enfermería de la cárcel de Alicante el 28 de marzo de 1942, con solo 31 años. Recién acabada la guerra de España y consciente del peligro que corría por haber defendido la República, escapó a Portugal con la intención de exiliarse, pero la policía portuguesa lo detuvo y lo entregó a la policía franquista que, tras condenarle a muerte y luego conmutarle la pena por la de prisión, le dejó morir de tuberculosis en la enfermería de la cárcel de la prisión de Alicante.
El último de los poetas con los que hablaremos hoy, Rafael Alberti, sí pudo huir al exilio, donde vivió desde el final de la Guerra de España en 1939 hasta la muerte de Franco, en 1977 Desde el exilio participó activamente en la lucha contra el franquismo denunciando a la dictadura en todos los foros internacionales y ayudando a sus camaradas comunistas que seguían viviendo la represión franquista en España. Solo nombrar a estos cuatro poetas pone en evidencia el nivel cultural que tenía la España republicana y que el golpe de Estado fascista intentó, por todos los medios a su alcance, eliminar. Son cuatro de los más conocidos, pero no podemos ni debemos olvidar los nombres de quienes los acompañaron y engrandecieron la cultura de nuestro país como León Felipe, Juan Rejano, Pedro Garfias, Maruja Mallo, María Zambrano, Manuel Altolaguirre, Juan Ramón Jiménez, José Bergamín, Zenobia Camprubí, María Teresa León, Pedro Salinas, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Rosa Chacel, Max Aub y tantas y tantos otros. Nunca en la Historia de este país se dio una concentración simultánea de artistas como aquella. Reivindicar su memoria es reivindicar nuestra identidad.”
Antes de dar paso a la actuación de la Compañía de teatro Blas de Otero, presentó y leyó un poema de la última poeta viva del exilio republicano, Carmen Castellote. Ella fue una de las conocidas como niñas de la guerra a la que sus padres, junto a otros miles de niños, enviaron de Bilbao a Leningrado en 1937, pocas semanas después del bombardeo de Guernica. Carmen tenía 5 años. Fue a la casa de niños de Jersón, la más al sur y la más pequeña. Seguro que Jersón os suena. Está en Ucrania. Es la primera ciudad ucraniana que ha caído en manos del ejército de Putin. Posiblemente los abuelos y abuelas de las personas que veis en los telediarios en las calles destrozadas de esa ciudad fueron los niños de Jersón que iban a jugar con los niños españoles a los que recibieron con tanto cariño y solidaridad.
Cuando la segunda guerra mundial llegó a la Unión Soviética, organizaron la evacuación urgente de los niños españoles hacia el este. Carmen pasó aquella guerra en Tundrija, una pequeña aldea perdida de Siberia. Acabada la guerra regresó a Moscú donde se licenció en Historia. A finales de los 50 se fue a vivir a México para reencontrarse con su padre, que llevaba exiliado allí desde 1939. De mayor, Carmen empezó a escribir poesía para recuperar la infancia perdida. Desde entonces vive en México. Es una de las personas más lúcidas, solidarias y comprometidas que conozco. Esta semana ha cumplido 90 años. Está perfectamente informada de lo que está ocurriendo en el mundo y en esta España a la que ella nunca renunció.
“La guerra y yo” es, posiblemente, uno de los poemas más bellos que se han escrito jamás contra la guerra.
La guerra y yo
Caminos, kilómetros de tiempo,
nada puede apartarme de la guerra,
de sus muertos escondidos en mi infancia.
Y la vida nada sabe de este hoyo,
abierto aquí, en mi corazón.
Beben tierra los ríos como antes,
las estrellas se persiguen en el mar,
el monte se hace altar para la nieve
y el sol deja que la sombra juegue contra el árbol.
Todavía los niños juegan a la guerra
y la flor es asombro y soledad.
Es tarde y quiero dormir,
pero la noche está llena de muertos.
Iza el miedo sus alas nocturnas.
¿Acaso es la guerra?
Quiero ser manos, muchas manos,
para matar la obscuridad.
Un rocío de luz entra en mi mañana.
Los árboles se embriagan de aurora,
los hombres cruzan el pasto húmedo de la noche,
madrugan los caminos, bosteza la calle.
Una mujer quiere barrer el nuevo día
con su vieja escoba,
y en la orilla de un colegio dos niños luchan
mientras los otros ríen.
Ya nadie habla de la guerra.
¿Qué hago con los muertos?