En el primer tercio del siglo XX San Sebastián de los Reyes era una pequeña población rural de las muchas que rodeaban la capital. Su población se dedicaba, en su gran mayoría, al sector agrícola. La extensión de su término municipal no era especialmente amplia, lo que dificultaba la presencia de grandes extensiones de tierra en manos de unos pocos hacendados. Al contrario, destacaba la presencia de propietarios de pequeñas fincas y huertas. La gran mayoría de ellos no poseía más de una hectárea, mientras que los propietarios más pudientes tenían muchas fincas pequeñas dedicadas sobre todo a viñas y huertas (*).
Pero ese predominio agrario local estaba sufriendo cambios estructurales de importancia en ese primer tercio del siglo XX. Su cercanía a la capital, que estaba viviendo en esos momentos una transformación urbanística importante, influyó de manera determinante en la vida cotidiana de los vecinos de San Sebastián de los Reyes. En efecto, las poblaciones más cercanas a Madrid, como Fuencarral y Chamartín de la Rosa, estaban sufriendo un cambio drástico en su estructura poblacional interna. La ciudad de Madrid en su vertiente norte construyó grandes barriadas obreras que cambiaron la configuración de su territorio tradicional. Grandes extensiones de campo se reconvirtieron en espacios urbanos y se construyeron siguiendo los ejes de comunicación por carretera. Por un lado, se crearon las barriadas de Tetuán de las Victorias y Castillejos a lo largo de la carretera de Francia, en el término municipal de Chamartín de la Rosa. Este eje de comunicación importante cruzaba el pueblo de Fuencarral, donde se había construido la barriada de Malmea que había hecho aumentar su población hasta más de 7.000 habitantes en torno a 1930. De este mismo eje, y un poco antes del convento de la Virgen de Valverde, salía un ramal que iba hacia Colmenar Viejo. El eje de comunicación principal continuaba su recorrido hacia Alcobendas y San Sebastián de los Reyes. El segundo eje de comunicación por carretera era una variante importante del anterior. Al salir de Alcobendas, bifurcaba a la izquierda una carretera que iba directamente a Chamartín de la Rosa y volvía a unirse a la carretera de Francia en la barriada de Tetuán de las Victorias, donde se hallaba el llamado Hotel del Negro, lugar estratégico y de referencia que tendría gran importancia para los obreros de esta zona norte de la capital. No olvidemos que Chamartín de la Rosa ya tenía en la década de los años 30 unos 40.000 habitantes, procedentes casi todos de las barriadas obreras citadas anteriormente.
El Hotel del Negro en 1910 (se encontraba en donde se encuentra hoy una de las Torres Kio de la Plaza Castilla) y el tranvía 7, con motor "de sangre". El Hotel del Negro se convirtió en el punto de unión de la vieja carretera de Francia (c/ Bravo Murillo) y la moderna prolongación, lo que haría que comenzara a despuntar como plaza importante desde el punto de vista urbanístico (la Plaza Castilla).
Toda esta reciente estructura urbana, caracterizada por una implantación masiva de población obrera, empezó a influir de forma determinante en la población de San Sebastián de los Reyes. En primer lugar, algunos de los vecinos más pudientes de la localidad, propietarios agrarios, diversificaron su actividad económica. Dejaron de ser exclusivamente agrarios y complementaron su actividad principal con otras relacionadas con el sector servicios. Por ejemplo, el propietario local Pedro Colmenar Montes era también farmacéutico. Otros, como Manuel Jiménez Gómez, además de propietario era carnicero.
Otros muchos vecinos de la localidad empezaron a compaginar su actividad agraria, limitada a sus pequeñas propiedades, con otros trabajos relacionados con el sector de la construcción, tan relevante en poblaciones cercanas como acabamos de ver anteriormente. Esto intensificó las relaciones entre obreros de las barriadas del norte de Madrid con los de nuestra localidad.
En el censo de población de 1930 San Sebastián de los Reyes tenía 1.439 habitantes
, lo que correspondía a una pequeña población rural
. De ellos, 757 eran varones y 682 mujeres. De entre los varones, 372 sabían leer y escribir mientras que el resto, 363, eran analfabetos. Entre la población femenina, 303 sabían leer y escribir y 351, no. La tasa de analfabetismo seguía siendo una lacra importante.