El campo de concentración de Mauthausen fue un grupo de campos de concentración nazis situados en torno a una pequeña cantera de granito, en Mauthausen (Austria), a unos 20 km de Linz. En un principio sirvió como campo de prisioneros para criminales comunes, prostitutas y otros criminales incorregibles, pero a partir del 8 de mayo de 1939 se convirtió en un campo de trabajo para el encarcelamiento de prisioneros políticos. Se utilizó a los ocupantes como esclavos. Algunos campos subordinados al complejo de Mauthausen incluían fábricas de munición, minas, fábricas de armamento y plantas de ensamblaje del avión Me 262.
Desde el 6 de agosto de 1940, republicanos españoles, provenientes de los campos de prisioneros de guerra, fueron transferidos a este campo.
Se trataba de exiliados que formaban parte del medio millón de republicanos que cruzaron la frontera en los últimos meses de la guerra civil, tras la caída de Cataluña. En Francia, fueron internados en campos de concentración distribuidos por el sur de país: el Campo de Argelèssur-Mer, el Campo de Le Vernet d’Ariège, Barcarès y Septfonds. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, muchos de ellos fueron enviados al frente con uniforme francés —en las filas de la Legión Extranjera o en escuadrones de choque—, o integrados en Compañías de Trabajadores Extranjeros. La mayor parte de éstos acabaron capturados por los alemanes en los primeros momentos de la invasión de Francia (mayo–junio de 1940). Tras un paso por los campos de prisioneros de guerra (“stalags”) fueron enviados a Mauthausen, donde integraron el grueso del contingente español.
Entre 1940 y 1945 pasaron por Mauthausen y sus subcampos unos 7.200 españoles, de los cuales fallecieron 5.000. En agosto de 1940 llegaron en vagones de carga cinco tandas de prisioneros españoles: 1ª (392); 2ª (168); 3ª (91); 4ª (430) y 5ª (22). Las autoridades alemanas requirieron a las autoridades del régimen de Francisco Franco el destino de los prisioneros. Respondieron que fuera de España no existían españoles. Éste es el motivo por el que los republicanos de Mauthausen llevaban el triángulo azul de los “apátridas”, con una “S” —de Spanier— en el centro.
En una segunda fase (después de 1943) los republicanos españoles que llegaban a Mauthausen eran personas detenidas por su actividad en la resistencia francesa. En total, alrededor de 35.000 españoles participaron en la guerra mundial junto a los aliados: cerca de 10.000 acabaron en los campos de concentración alemanes.
Mauthausen comenzó a ser conocido entre los deportados como “El campo de los españoles”. Aunque los primeros barracones se remontan a 1938, fueron albañiles españoles quienes construyeron Mauthausen. Un superviviente francés ha llegado a afirmar que “cada piedra de Mauthausen representa la vida de un español”. La mayoría de los españoles llegó entre la segunda mitad de 1940 y el año 1941. Muchos fallecieron entre 1941 y 1942; por ejemplo, en septiembre y octubre de 1941 una gran parte de los muertos de Gusen, campo auxiliar destinado al exterminio de los presos más débiles, fueron españoles.
El eje de la vida en Mauthausen era la cantera de granito, en la cual trabajaban los prisioneros hasta su muerte por extenuación. Una escalera de 186 peldaños separaba la cantera de los barracones. Los deportados debían subirla diez o doce veces por día, cargados con grandes piedras a la espalda, mientras los prisioneros que ejercían como capataces, normalmente polacos, les empujaban, zancadilleaban y golpeaban con bastones. Cuando falleció el primer español, el 26 de agosto de 1940, sus compatriotas, ante la sorpresa de los verdugos, guardaron un minuto de silencio, situación que se repetiría en numerosas ocasiones. Con el paso del tiempo, algunos españoles pasaron a desempeñar trabajos especializados: albañiles, peluqueros, administrativos, sastres, intérpretes o fotógrafos, pues tenían más posibilidades de sobrevivir que los trabajadores de la cantera. También podían acceder a más información y disponer de más autonomía para sostener la organización clandestina republicana que funcionó desde mediados de 1941.
La labor de la organización española fue crucial, porque cuando en 1942 comenzaron a llegar deportados procedentes de la resistencia francesa y del frente ruso, los españoles eran los veteranos del campo, expertos estrategas en la lucha por la supervivencia, dispuestos a transmitir sus conocimientos a los recién llegados. Por otra parte, al desempeñar diversas actividades en la gestión de Mauthausen, podían ayudar a otros prisioneros. Los españoles que cuidaban la sala de duchas salvaron la vida a más de un compañero cuando los nazis llevaron a cabo allí ejecuciones masivas mediante la inmersión de grupos de prisioneros durante horas y horas en naves repletas de agua helada hasta la altura de la cintura. La organización clandestina española, además, repartía medicinas robadas de la enfermería y redistribuía la escasa comida que llegaba a los presos, con el fin de asignar más alimentos a los débiles y enfermos.
El recuerdo más vivo en la memoria de los supervivientes de otros países, en particular de los franceses, al hablar del Campo de Mauthausen, es la fe española en la derrota del nazismo, incluso en los peores momentos de la guerra. Quizá porque los republicanos españoles llevaban luchando contra la Alemania nazi y sus socios desde el inicio de la Guerra Civil Española, en 1936. “Una victoria más” era la frase que pronunciaban los presos españoles cada vez que llegaban al último de los 186 peldaños de la escalera de la cantera. Convencidos de la victoria aliada, los republicanos españoles decidieron conservar pruebas de la barbarie, para el posterior juicio a los verdugos. Así, por ejemplo, Francisco Boix, fotógrafo del campo, hizo copia de todas las fotos que pasaron por sus manos y logró esconderlas hasta el final de la guerra. Gracias a ellas, Boix pudo probar durante los juicios de Núremberg la presencia de los jerarcas Albert Speer y Ernst Kaltenbrunner en Mauthausen y demoler así su alegato de que desconocían los campos de exterminio.
Cuando el Ejército norteamericano entró en Mauthausen, el 5 de mayo de 1945, banderas republicanas habían sustituido a las banderas nazis y la puerta del campo estaba cubierta por una gran pancarta en la que se podía leer: “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras”. La liberación del campo, sin embargo, no significó para los republicanos el final de la guerra comenzada en 1936. Muchos no pudieron volver a la España del franquismo, aliada ideológica de los nazis que habían combatido en Mauthausen, y habrían de encontrar asilo en otros países, sobre todo en Francia.
Declaración institucional del Gobierno de España:
Con motivo del “Día de Homenaje a los españoles deportados y asesinados en Mauthausen y otros campos, y a todas las víctimas del nazismo de España”, que se celebra el 5 de mayo, coincidiendo con la liberación del campo de Mauthausen, el Consejo de Ministros ha aprobado una Declaración Institucional para honrar la memoria de las españolas y españoles deportados a los campos nazis y reconocer su lugar en nuestra historia democrática, por su sacrificio por la democracia y la libertad.
Documental “Los últimos españoles de Mauthausen y del resto de campos nazis”:
Os invitamos a rescatar la dignidad de los españoles y españolas muertos/as en los campos nazis, víctimas del fascismo, sumándose a su homenaje y recuerdo. Para ello, podéis ver el documental “Los últimos españoles de Mauthausen y del resto de campos nazis”, que recoge el testimonio de 18 supervivientes que hablan del horror entre las alambradas nazis.
Homenaje por el 75º aniversario de la liberación del campo de Concentración y exterminio de Mauthausen:
También os invitamos a seguir en directo la Ceremonia virtual de Homenaje del 75º aniversario de la liberación del campo de concentración de Mauthausen, que se desarrollará desde lo que fue el campo de concentración el 10 de mayo, de 11:00 h a 12:00 h de la mañana, a través de la web del comité organizador, o directamente a través del enlace “Virtuelle Befreiungsfeier am 10. Mai 2020”.